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Tele y Radio

Maria Valero: La gran dama de la Radio en Cuba

Maria Valero: La gran dama de la Radio en Cuba

Una mujer que desde el surgimiento mismo de la Radio fue un mito de profundo arraigo popular, refugiada española y gran dama de las hondas hertzianas.

Desde su surgimiento, la Radio se adueñó de la banda sonora que acompaña nuestras vidas... A través de ese sonido descubrimos imágenes que se van agrandando hasta convertirse en verdaderos mitos de profundo arraigo popular.  

El 26 de noviembre de 1948 se produjo la tragedia que arrebató la vida en flor de uno de esos ídolos que sin embargo los jóvenes de su tiempo supieron perpetuar. Recuerdo que Germán Pinelli decía: Ante una multitud enorme que colmaba todos los ámbitos del panteón en que fue enterrada ella, ante aquella montaña olorosa de flores, dije: Es María Valero, la refugiada española que se convirtió en la gran dama de la radio de cuba.  Sol Pinelli tenía un recuerdo muy especial: La conocí en la Cadena Azul, cuando protagonizaba La Novela del Aire. Que encantó, gran amiga y mujer. Una criatura muy sencilla que en ningún momento se envaneció por la capacidad de su trabajo, ni por el amor que el público le tenía. Era una voz que llegaba a todos. 

De sus antepasados paternos heredó el nombre, la sensibilidad y la vocación que le permitió con sólo 8 años sentir la influencia de la escena, a los 15 debutó como profesional en el Teatro Fontalba. A la muerte prematura del padre se alejó de la vida artística y la Guerra Civil la sorprendió cuando profesaba como enfermera en el Hospital Obrero de Madrid.  

En 1935. María Luisa Laffita había llegado a España como exiliada con su esposo Pedro Vizcaíno, Lugarteniente de Antonio Guiteras, asesinado en el Morrillo por órdenes de Fulgencio Batista el 8 de mayo de ese mismo año. En plena Guerra Civil, conoció a María Valero.  Así la recordaba: Empezamos a hablar de Cuba y ella entonces nos dijo que tenía familiares residentes acá. En Madrid especialmente se quiere mucho al cubano, no un poco, muchísimo entonces no me extrañaba el que ella hablara tan bien de Cuba, que le gustaría mucho venir aquí y demás.  Como refugiada viajó a Francia en 1939 y desde allí embarcó en el buque El Flandre hacia la capital cubana, ciudad que había visitado en 1932. En la Habana, mágica, con sus noches bulliciosas de cafés al aire libre, los paseos por el Prado y el Malecón... residía su tía, la conocida y siempre recordada actriz Pilar Bermúdez.  

Ya en Cuba en una entrevista para la serie La mujer opina, María Valero expresó:  En efecto, he vivido la guerra de mi país dos años y diez meses por imperativo de mi profesión de enfermera que entonces se hizo militar. El primer año fui enfermera de la retaguardia. El final de la guerra lo pasé en el frente, con el ejército.

De la guerra se sale con rasguños, cicatrices en el cuerpo y algunas en el alma. Pero se saca un espíritu más fuerte y sano. Me enorgullezco de haber sido útil a mi país, y estoy dispuesta a serlo, si el caso llegase a esta querida tierra que considero ya mi segunda patria.  Aquí llegó María con sus lozanos 27 años y sus recuerdos, con la nostalgia por la casa y la calle donde vivía, por las plazas y los lugares madrileños consagrados por la leyenda.

 Aquí llegó cubierta con su gran mantilla negra y el cofrecito donde guardaba con amor aquel puñado de tierra madrileña, que la premura de la evacuación no le impidió traer consigo para que la acompañara siempre.  En ese período La Habana era una plaza rica en actrices de gran calidad en la radio y en el teatro, por lo cual no me fue fácil ascender tan rápidamente. Empecé a trabajar en la radio, donde después de muchos tropiezos por el problema del acento, vino el triunfo y con él me entregué por entero a esa modalidad artística.  En 1941 llegó a la Habana Nicolás Rodríguez, actor cómico de fama en Madrid.

Con María se pasaba las horas rememorando a su tierra, el Teatro de la Comedia donde se conocieron. Casi enseguida Nicolás formó una compañía en La Habana. Y los Teatros Principal de la Comedia, América, Apolo, se vistieron de gala con las presentaciones que tuvieron a María como figura femenina principal.  No me fue difícil encontrar a personas que vivieron profundamente esta época. Una de ellas Domingo Piñero, canario de nacimiento y cubano de corazón. Yo era estudiante de medicina y pertenecía al Teatro Universitario. No me perdía ninguna presentación teatral importante.

Disfruté de aquellos dramas y comedias que hacía la compañía de Nicolás Rodríguez, de la cual María Valero era la primera actriz. Nunca se me olvidará la Doña Inés que hizo María del Don Juan Tenorio de Zorrilla. Era una importante actriz teatral, pero años más tarde trabajando para la radio llegó a convertirse en la primera dama de la radio en todas las radionovelas del país.  Su historia artística fue vertiginosa, pero su nombre quedó como una leyenda en la historia de la Radio Cubana. Debutó en Radiodifusión O’Shea, con la dirección artística de otra gran figura radial, Marcelo Agudo.  P

oco tiempo es suficiente para llegar al cotizado cuadro dramático de la firma Sabatés Sociedad Anónima, donde asida del brazo de un galán de moda, Ernesto Galindo, formó la pareja romántica que durante años hizo suspirar a jóvenes y mayores. Ellos son los que por vez primera en la radio cubana personificaron a Doña Bárbara y al Santos Luzardo de la obra de Rómulo Gallegos, a través de La novela del aire, espacio que comenzó a transmitirse por la RHC Cadena Azul a las 8:30 de la noche, el 26 de marzo de 1941, con guión y dirección de dos glorias también de la radiodifusión, Caridad Bravo Adams y Luis Manuel Martínez Casado.  Para ampliar sus actividades aceptó la proposición de Radio Lavín y al lado de Ernesto Galindo y Mario Barral, creó el programa Barral, Alta-Comedia.

Al convertirse en la voz femenina más cotizada del mundo artístico, la firma Sabatés le ofreció un contrato de exclusividad, que sólo le permitía trabajar en programas patrocinados por una de las dos firmas más importantes del país.  Más tarde, en 1945, María logró lo que ninguna actriz, ni otra figura radial: el Circuito CMQ, ponía en sus manos un contrato de seiscientos pesos mensuales, una fortuna para la época. Con ello pretendían arrebatar la audiencia de la Cadena Azul.

Fue así, victima de la absurda guerra de los magnates radiales y de las firmas patrocinadoras, como quedó deshecha la pareja romántica más prominente de la radio de Cuba en la década del cuarenta: Ernesto Galindo y María Valero.  El 1ro. de abril de 1948, salió al aire El derecho de nacer, novela de Félix B. Caignet, que rompió el propio récord que tenía el autor, con su Chan Li Po.  Esta novela que dirigió Emilio Medrano alcanzó el extraordinario rating del 50:63 %, inédito en la radio mundial hasta ese momento. Cuentan que en los cines se detenían las películas, para transmitir el audio de la radionovela y las calles se quedaban desiertas a las 8 y treinta de la noche.  

Le pregunté a Xiomara Fernández, actriz, Premio Nacional de Radio: ¿Cual es el primer rostro que recuerda de las personas que compartían el estudio de radio durante la transmisión de El derecho de nacer.?  Bueno: María Valero que desafortunadamente falleció. Era muy buena compañera, una gran actriz. Amiga y compañera. Aquello fue una cosa muy lamentable. A partir de 1942 la Crónica Radial e Impresa (ACRI) distinguía cada año a los artistas más sobresalientes del país. Ese año y desde 1944 hasta 1947 el honor de Primera Actriz lo obtuvo María Valero, primero desde la RHC Cadena Azul y más tarde en el Circuito CMQ, lo que validó su designación como Gran Dama de la Radio de Cuba.  

El 25 de noviembre de 1948 este paradigma del escenario artístico realizó su última actuación. En el capítulo 199 de El derecho de nacer culminó, también, el postrero capítulo de su vida, segada en su plenitud, cuando una vez que venció las dificultades estaba llamada a reinar en el mundo difícil del arte durante muchos años.  Marta Jiménez Oropesa, Premio Nacional de Radio, nunca olvidaría aquel día.  La noche del 25 de noviembre de 1948, jueves, lo recuerdo bien porque es mi cumpleaños, habíamos terminado de transmitir en el folletín Hiel de Vaca la novela del autor español Pedro Mata, Un grito en la noche.

Y en ese capítulo el protagonista masculino que hacía de pareja de María Valero había muerto en un accidente automovilístico y ella había tenido que llorar mucho, bueno, es decir Rosario, como se llamaba su personaje en esos días, tu sabes que estaba el embullo por ver el cometa y un grupo de actores y actrices se disponían a ir a las cuatro de la mañana a la Avenida del Puerto donde decían que se veía mejor el cometa. Y como eso era la madrugada del 26 y el 25 había sido mi cumpleaños, pues me invitaron y les dije: no, otro día, otro día voy y no fui.  La escritora y publicitaria Mirta Muñiz, fue testigo excepcional: El accidente sucedió cerca de las cinco de la madrugada y fue tan rápido, que no les dio tiempo a nada. No sé cómo ni por qué María se había adelantado unos pasos sin percatarse de un auto que venía a gran velocidad. Todos quedaron muy afectados, fundamentalmente su primo, el primer actor Eduardo Egea, eran grandes amigos.  

He revisado de nuevo la prensa de la época y entre tantas reseñas, quiero destacar, la que encontré en la Sección Escenario y Taller, del periódico Información del 27 de noviembre de 1948. Sentida crónica del poeta y dramaturgo Luis Amado Blanco:  Iba a mirar una estrella, una estrella errante, de esas que pasan sin dejar más rastro que su cola de luces esplendentes. Iba a mirar tan sólo eso, un rastro de Dios por la alta bóveda. Y se quedó ya para siempre mirándola, destrozada por una brutal coincidencia, rotas su voz y su mirada, donde dormían tantos lejanos y ajenos infortunios.  Enrique Núñez Rodríguez, fue acreedor de los Premios Nacionales de Periodismo, Humorismo y de Radio.

Comenzó como escritor en la radioemisora más importante de Cuba, el 27 de noviembre de 1948.  Cuando fui a Crusellas el día 27 por la mañana estaba todo el mundo muy alterado por la muerte de María Valero y decidieron suspender la programación de por la noche. Entonces como yo estaba allí y era escritor, me pidieron que les escribiera a los actores de Crusellas las palabras que iban a decir, porque en vez de transmitir un programa, iban a transmitir directo desde la funeraria. Y lo curioso es que yo escribí aquellos textos no sin pena por la muerte de María Valero, pero yo tampoco la conocía muy de cerca. Pero por la noche cuando estaba oyendo a los actores decir mis textos entonces fue cuando se me salieron las lágrimas por Maria Valero, porque lo decían con una fuerza tremenda lo que yo había escrito como una tarea. Y recuerdo a Santiesteban, a Minín Bujones, a Marina Rodríguez, Eduardo Egea, Ernesto Galindo, grandes figuras de la Radio.  

Heredera de un apellido ilustre del teatro español, nació en Madrid, en 1912, María de los Dolores Valero Sisteré. Cincuenta y cuatro años atrás, el 9 de abril de 1858, en el madrileño teatro Novedades, su bisabuelo el primer actor José Valero, protagonizaba Baltasar, drama bíblico en versos. Estreno al que asistieron la autora, Gertrudis Gómez de Avellaneda y los Reyes de España.  Germán Pinelli, fundador de la Radio y la Televisión cubana y Premio Ondas al mejor locutor de habla hispana, la recordaba así:  Yo tenía una amistad especial con María Valero. A mí me gustaba el carácter de María Valero.

Un poco seca, daba la sensación de no tener amistad con nadie. Pero cuando tenía amistad con alguien era fiel en su amistad. Una mujer elegante, bella en conjunto. No tenía un rostro que llamara mucho la atención, pero una apariencia personal muy bonita.  Yo admiraba en María la voz extraordinaria, imponía su maestría absoluta como actriz. Por un día de cumpleaños mío me escribió una tarjeta que decía: Al único hombre que me comprende sin preguntarme.

Una cosa muy bonita, yo hablaba con ella en su mismo tono. Yo seguía el tenor de su conversación, pero nunca le pregunté.  Sol Pinelli reafirmaba: Ella tenía una personalidad muy recia. Alta, se arreglaba muy bien, eso sí, muy dulce, pero cuando hablaba era tan suave. Una voz tan bonita. Lo que le faltaba de belleza física, la tenía moral.  Su cadáver fue expuesto en la antigua Funeraria Caballero, en plena Rampa Habanera. El pueblo que despidió a su ídolo desfiló durante horas y más horas en una manifestación taciturna desde el Malecón habanero por toda la calle 23 y por la calle 27 hasta la calle M. El entierro fue una manifestación de duelo. El pueblo se unió a los artistas que la acompañaron a pie desde M y 23 hasta el Cementerio de Colón.  Los fotógrafos de la época dejaron el testimonio de su última impresionante imagen, cubierto su cabello y su bello rostro maltratado, con la gran mantilla negra que trajo de España. Con ella su cuerpo roto, sin vida, besó la tierra cubana aquel día detenido en la memoria de los que eran jóvenes y adolescentes el 28 de noviembre de 1948:  

Pasarán años y más años, pero su voz, que tanto les hizo estremecerse, tendrá un suave y romántico eco en sus oídos. Y alguna adolescente de hoy, dirá ya abuela, el día de mañana... como aquella María Valero que se fue una noche tras la cola misteriosa de un cometa, yo no he oído ninguna. Su voz llegaba dentro, muy adentro; tan adentro, que después de tantos años, aún la recuerdo como ayer.

   

Tomado de:  http://www.radiocubana.cu/historia/la_memoria_radial/maria_valero.asp

Fuente:  Sección:  En la memoria radial.  Del Portal de la Radio Cubana.

A cargo de la Lic.  Josefa Bracero Torres 

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