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Tele y Radio

Manolín Álvarez, un sitial en la Radio Cubana

Manolín Álvarez, un sitial en la Radio Cubana

Un pláceme mayor tiene la Radio Cubana, a las puertas del aniversario 85 de su nacimiento, el próximo 22 de octubre, y junto al nombre de Luis Casas Romero, no ignoraré a Manuel Álvarez Álvarez, Manolín, el carrañense, natural de Santiago de Ambás, España, quien un excelente día partió de la Península Ibérica para aplatanarse en Caibarién, al calor de la costa norte de la Isla, abrazar a su gente diáfana y emprendedora. 

Desde allí, justo lo reconocen actualmente varios biógrafos que concluyeron estudios de Periodismo en universidades del centro y el oriente de país, y tras incorporar el análisis factográficos de importantes papelerías que pulsan la pericia de ese hombre que arribó a la Isla en 1905, lo ubican como Pionero imprescindible de la Radio Cubana. 

Antes que expirara el tercer lustro del pasado siglo Manolín obtuvo por correspondencia el título de Radiotelegrafista y emprendió de manera afanosa las rutas creativas del diálogo  con el pueblo, la fundación de emisoras y el ribete artístico o informativo de cuánto acontecimiento surgiera a su alrededor. 

El legado histórico que fundamentó desde 1920, cuando inauguró la 6EV, planta que desde la Villa Blanca —en banda de los 225 metros—, resultó el firmamento de una época, y luego se empinó en 1925 con la 6LO, y un lustro después montó en ese territorio la CMHD, la emisora de mayor potencia de todas las alejadas de la capital cubana. En 1986, falleció, pero desde la juventud, en unión de su esposa, la habanera Olimpia Casado Mena, operadora de planta radial, se incluyó entre los indiscutibles iniciadores de la historia antillana e Iberoamericana de ese medio de comunicación, con avales trascendentes para jamás encasillarse en el mutismo o el olvido. 

Ahí está su aportación: en 1938 la Asociación de Prensa de Cuba dejó nota del reconocimiento, tras años antes, en unión de Feliciano Reinoso Ramos y Lorenzo Martín —en funciones de narrador y traductor—, transmitir de manera simultánea la señal de la WLW, desde el Madison Square Garden, en Estados Unidos, la descripción, detalle por detalle, de la pelea de boxeo entre Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey, hecho que figuró en el primer capítulo conocido dentro del comentario deportivo nacional. 

De igual manera, antes que cerrara la cuarta década del pasado siglo, fecha en que Manolín dispuso de emisoras en Caibarién, Santa Clara o Sagua la Grande, no hubo acontecimiento cultural, social o político en esos territorios que no llevara la impronta de la inmediatez y la resonancia informativa, y así lo clarifican sus estudiosos.  

No cabe dudas, otras páginas tendrán que venir en lo futuro, capaces de atestiguar desde la verdad histórica y documental cada uno de los contribuciones y virtudes que competen a un hombre que, lejos de su terruño, estampó en Caibarién y en Cuba un rumbo inusitado a la Radio  comercial del país que tomó en las entrañas, como uno más entre todos los naturales de esta tierra. 

Por si fuera poco, hasta el último aliento de vida —30 de marzo de 1986—, desde su vivienda de María Escobar, número 26 altos, en Caibarién, siguió misiones de empedernido radioaficionado, para demostrar al mundo que la obsesión y aventura de juventud, como misionero de la comunicación, serían, hasta la muerte, en un eterno pacto de historia con la palabra hablada.

 

Fuente:  : Luis Machado Ordext

Disponible en:  http://www.vanguardia.co.cu/index.php?tpl=design/secciones/lectura/portada.tpl.html&newsid_obj_id=11985

     

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