Armas mediáticas para reforzar la guerra económica contra Cuba
En fallido afán por derrocar a la Revolución y extinguir el ejemplo que irradia su sistema de igualdad y beneficios sociales, la actual administración de Estados Unidos no escatima en gastos propagandísticos y emplea sofisticadas armas mediáticas para reforzar su bloqueo económico contra Cuba.
Desde que en 1985 fue creada la Office of Cuba Broadcasting (OCB) en Estados Unidos, mucho más de 500 millones de dólares fueron destinados allí para diseñar y progresivamente intensificar las agresiones radiales y televisadas contra la Isla a través de las mal llamadas Radio y TV Martí.
Este año los gastos de ambos medios han superado los 37 millones, según lo establecido en el Plan Bush.
Se trata de engendros cuya intención mediática declarada es desestabilizar a la nación caribeña. Se valen de la difusión de calumnias arropadas con lentejuelas de sensacionalismo y mala intención, sobre todo cuando insuflan veneno, aprovechando en ocasiones dificultades objetivas creadas por los propios Estados Unidos.
En la práctica, las citadas emisoras han constituido una fuente de enriquecimiento para elementos pertenecientes a la contrarrevolución anticubana radicada en el sur de la Florida, y otros cercanos al clan Bush, beneficiarios todos de presupuestos multimillonarios que costean los contribuyentes, ajenos al destino de su dinero.
Aunque esa es una verdad conocida por los altos niveles de la política estadounidense, voceros de la mafia, encarnados en los hermanos Díaz-Balart e Ileana Ross-Lethinen, representantes federales por la Florida, y otros influyentes aliados de los Bush, se desgañitan y rompen lanzas contra quienes denuncian la corrupción manifiesta en torno a la OCB.
Cuando uno de esos especímenes, Salvador Lew, se vio precisado a renunciar como director de la Office, después de denuncias por corrupción, W. Bush lo reemplazó por Pedro Roig, cuya hoja de servicios evidenciaba "aptitudes" que superan a su predecesor en el arte de aprovecharse del dinero ajeno.
En 2006 alquilaron un avión militar por 10 millones de dólares para intentar lo que todavía no logran: invadir las pantallas de televisión de Cuba con la señal emponzoñada de TV Martí, ilegal y violatoria de las normas mundiales de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), y trasgresora de numerosos instrumentos internacionales sobre la materia.
A pesar del fracaso manifiesto, el negocio de la TV que no se ve continúa, habida cuenta los muchos que se benefician del abundante presupuesto.
Como no les basta con ese ridículo, los estrategas de la guerra mediática contra la mayor de las Antillas asignaron 182 mil 500 dólares para comprar espacios en la llamada Radio Mambí de Miami, y 195 mil más para Azteca América, otra desprestigiada emisora, vinculadas ambas con la mafia anticubana que, como se puede apreciar, se beneficia por diferentes vías.
La reiterada violación del espacio radioeléctrico cubano forma parte consustancial del Plan Bush dirigido a derrocar al gobierno cubano, aprobado en mayo del 2004, y que en julio de 2006 especificaba su intención: "Acelerar el fin. Transición, no sucesión", seguido de un anexo secreto que se niegan a revelar.
Paralelamente, se inflan nóminas de plumíferos que escriben contra Cuba o cacarean el mensaje que les dictan en medios de difusión de Miami y otros sitios de la Unión Americana y del Mundo.
Son realidades de la doctrina de gobernantes norteamericanos para apoderarse de Cuba, que data desde antes de que los antillanos lograran la independencia de España, reforzada mediante el bloqueo tras el triunfo armado de la Revolución en enero de 1959 y recrudecido por la actual administración de George W. Bush.
Contra esa realidad de opresión y maldad, anualmente se ha pronunciado la comunidad de naciones a través de la Asamblea General de la ONU, de manera casi absoluta.
(Fuente: Servicio Especial de la AIN)
Autor: Roberto Pérez Betancourt
Desde que en 1985 fue creada la Office of Cuba Broadcasting (OCB) en Estados Unidos, mucho más de 500 millones de dólares fueron destinados allí para diseñar y progresivamente intensificar las agresiones radiales y televisadas contra la Isla a través de las mal llamadas Radio y TV Martí.
Este año los gastos de ambos medios han superado los 37 millones, según lo establecido en el Plan Bush.
Se trata de engendros cuya intención mediática declarada es desestabilizar a la nación caribeña. Se valen de la difusión de calumnias arropadas con lentejuelas de sensacionalismo y mala intención, sobre todo cuando insuflan veneno, aprovechando en ocasiones dificultades objetivas creadas por los propios Estados Unidos.
En la práctica, las citadas emisoras han constituido una fuente de enriquecimiento para elementos pertenecientes a la contrarrevolución anticubana radicada en el sur de la Florida, y otros cercanos al clan Bush, beneficiarios todos de presupuestos multimillonarios que costean los contribuyentes, ajenos al destino de su dinero.
Aunque esa es una verdad conocida por los altos niveles de la política estadounidense, voceros de la mafia, encarnados en los hermanos Díaz-Balart e Ileana Ross-Lethinen, representantes federales por la Florida, y otros influyentes aliados de los Bush, se desgañitan y rompen lanzas contra quienes denuncian la corrupción manifiesta en torno a la OCB.
Cuando uno de esos especímenes, Salvador Lew, se vio precisado a renunciar como director de la Office, después de denuncias por corrupción, W. Bush lo reemplazó por Pedro Roig, cuya hoja de servicios evidenciaba "aptitudes" que superan a su predecesor en el arte de aprovecharse del dinero ajeno.
En 2006 alquilaron un avión militar por 10 millones de dólares para intentar lo que todavía no logran: invadir las pantallas de televisión de Cuba con la señal emponzoñada de TV Martí, ilegal y violatoria de las normas mundiales de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), y trasgresora de numerosos instrumentos internacionales sobre la materia.
A pesar del fracaso manifiesto, el negocio de la TV que no se ve continúa, habida cuenta los muchos que se benefician del abundante presupuesto.
Como no les basta con ese ridículo, los estrategas de la guerra mediática contra la mayor de las Antillas asignaron 182 mil 500 dólares para comprar espacios en la llamada Radio Mambí de Miami, y 195 mil más para Azteca América, otra desprestigiada emisora, vinculadas ambas con la mafia anticubana que, como se puede apreciar, se beneficia por diferentes vías.
La reiterada violación del espacio radioeléctrico cubano forma parte consustancial del Plan Bush dirigido a derrocar al gobierno cubano, aprobado en mayo del 2004, y que en julio de 2006 especificaba su intención: "Acelerar el fin. Transición, no sucesión", seguido de un anexo secreto que se niegan a revelar.
Paralelamente, se inflan nóminas de plumíferos que escriben contra Cuba o cacarean el mensaje que les dictan en medios de difusión de Miami y otros sitios de la Unión Americana y del Mundo.
Son realidades de la doctrina de gobernantes norteamericanos para apoderarse de Cuba, que data desde antes de que los antillanos lograran la independencia de España, reforzada mediante el bloqueo tras el triunfo armado de la Revolución en enero de 1959 y recrudecido por la actual administración de George W. Bush.
Contra esa realidad de opresión y maldad, anualmente se ha pronunciado la comunidad de naciones a través de la Asamblea General de la ONU, de manera casi absoluta.
(Fuente: Servicio Especial de la AIN)
Autor: Roberto Pérez Betancourt
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