El último abrazo de Gladys Goizueta
A seguidas, le pedí disculpas, porque mi oponente era nada menos que una de las locutoras más conocidas de Cuba, Gladys Goizueta.
Ella me miró interrogándome, me tranquilizó con un gesto de las manos y me dijo: “no ha pasado nada… ya me tocará a mí”.
Fueron unos días inolvidables aquellos de septiembre del pasado año, en los que el dominó servía a modo de descanso entre las sesiones de trabajo del “Lloga”. Así llama familiarmente la familia radial, al Festival y Concurso de la Radio Joven Antonio Lloga In Memoriam.
Confieso que cuando me dijeron que era la presidenta del jurado –del que también yo formaba parte–, me preocupé. Ya tenía algunos años, y era aquella una cita de la radio… joven.
Ella se encargaría de demostrarme que su mente gozaba de la misma frescura que el más bisoño de los presentes.
Cada uno de nosotros aprendimos a su lado: de su seriedad y rigor, su claridad de conceptos, su autoridad para evaluar el arte de la comunicación.
Su carácter era firme –que en Radio Rebelde lo sabían–, pero no impuso sus criterios, argumentó con su experiencia sobrada, escuchó.
Era la misma que había entrado durante años a los hogares cubanos, todas las mañanas. Entraba con su carisma, su seguridad y su sonrisa.
Su facilidad para improvisar era una de sus marcas; pero siempre tenía algo que decir, desde la actualidad, desde la cultura.
Junto al uruguayo Jorge Ibarra, conducía aquella “locura” a la que pusieron por nombre Haciendo Radio. Era un programa que renovó el lenguaje radiofónico en Cuba, y lo puso “al ritmo de la vida”, tal como ellos decían.
Me veo en “La escuela al campo” con un pequeño radio de baterías, agrupados todos en una litera, para escuchar el programa minutos antes de que dieran el “de pie”. Era la cofradía de seguidores de Haciendo Radio. Y desde entonces, la voz y el estilo de Gladys Goizueta me acompañaron.
Era una criolla rotunda, sin dejar de ser distinguida. Le acompañaba el difícil don de la comunicación, pero su camino supo labrarlo con esfuerzo.
Ella me contó que su padre (el maestro de locutores Enrique Goizueta) tal vez hubiera podido llevarla desde el principio a una emisora nacional… pero consideró que no estaba lista aún…
. Y debió pasar sus primeros años en estaciones municipales, comunitarias casi, ya desaparecidas (Radio Popular, Radio Internacional que de “internacional” nada tenía) que le exigían hacer de todo.
Sólo tras ese aprendizaje, Gladys se incorporó a la memoria auditiva de los cubanos.
En cualquier lugar donde hubiese un radio, en cualquier tarde, Cuba sintonizaba Visión, un curioso nombre que apostaba a formar “imágenes” desde la imaginación radial.
Gladys era Visión
Rompió todos los supuestos y a nadie le importaron sus libras, cuando se apareció en nuestras pantallas presentando lo mejor de la música cubana del momento. Gladys tenía lo suyo.
Durante su visita a Santiago de Cuba, asistimos a un encuentro con los estudiantes de Comunicación y Periodismo de la Universidad de Oriente. Saltaron las interrogantes y las experiencias…
Tras el encuentro formal, a Gladys la rodearon los jóvenes, para felicitarla, para conocerla, para sentir de cerca aquella voz… Yo apreté el obturador de mi cámara para atrapar aquel instante.
La vi comer con gusto, recibir y hacer llamadas a su familia, exhibir una de sus batas coloridas y moverse como en casa, sin complejo alguno por sus libras.
Le decían “La gordita”, e incluso, en Radio Rebelde (donde comenzó a trabajar en 1984), había una simpática mención para darle la bienvenida.
En ocasiones, la vi detenerse, buscando aire; o descargar alguna tos. Fumaba mucho. Y el pulmón acabó resintiéndose.
Gladys Goizueta Simal (1953-2008), era directora de programación de Radio Rebelde y vicepresidenta de la Sección de Cine, Radio y Televisión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Asimismo, se desempeñó como profesora adjunta de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
No imaginé que aquel abrazo que nos dimos en los días finales de septiembre fuera el último. Siempre he pensado que una grabación está al borde de lo increíble, que esa voz atrapada en una cinta tiene algo de alquimia, que una parte del espíritu de la persona se eterniza.
Por eso, cuando este martes, 8 de enero de 2008, me he enterado de tu muerte, eché manos a la cinta. Porque en esa, en tantas, en la memoria de Cuba te has quedado para siempre.
Fuente: Reinaldo Cedeño Pineda / http://laislaylaespina.blogspot.com)
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