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Desde Brasil, con mucho amor

Desde Brasil, con mucho amor
¿Por qué gustan tanto las telenovelas brasileñas? La industria de la televisión de ese país es hace rato una de las principales productoras del género en el mundo. Sigue “fabricando” el folletín de siempre, pero con puestas cada vez más espectaculares. 

Quizás no nos demos cabal cuenta, pero una telenovela brasileña es un producto con altísimo nivel de factura. Desde la presentación, que por su plasticidad, musicalización e implicaciones conceptuales puede ser considerada la mayoría de las veces una obra de arte.

Técnicamente es casi imposible encontrar desniveles: fotografía precisa, impecable en encuadres y valores; diseño de luces efectivo, capaz de distinguir ambientes; escenografía y mobiliario verosímiles, con un deslumbrante trabajo de diseño; vestuario bien escogido, ligado a las características de los personajes…

Las puestas en pantalla son cada vez más espectaculares. No hay duda: en cuanto a factura, la televisión dramatizada de Brasil no tiene competencia en América Latina: está prácticamente a la altura de las mejores producciones de Estados Unidos y Europa.

Para la televisora Globo —uno de los grandes imperios mediáticos latinoamericanos— la telenovela es el producto estrella, el principal rubro exportable. Es ahí donde se ensayan las tecnologías más modernas, donde se emplean los mayores y más capaces equipos de trabajo. El resultado es un estándar de calidad cada vez mayor, siempre inviolable, que distingue a las realizaciones brasileñas de otras de la región (mexicanas, argentinas, colombianas…), menos ambiciosas en aspectos meramente formales.

Pero esa no es la principal razón por la que el folletín brasileño tiene tantos seguidores en el mundo. De hecho, aunque casi incuestionables, las puestas en pantalla son también muy convencionales. Pocas veces constituyen algo más que funcional entramado: buena parte de los televidentes sencillamente las pasan por alto, demasiado ocupados de los vaivenes de las historias. Ahí está la clave: Globo sigue haciendo, esencialmente, la misma telenovela de siempre. En envoltorio de lujo, sigue entregando productos muy apegados a la gran tradición del melodrama.

¿Cómo se escribe una telenovela en Brasil? Como en casi todas partes: consultando los índices de audiencia, escuchando lo que la gente opina, complaciendo a la mayoría. Un escritor sabe cómo empezará su obra, pero no tiene absoluta certeza de cómo la terminará. Personajes concebidos en la versión inicial pueden desaparecer porque no funcionaron, porque sus tramas no tenían suficiente interés, o porque no fueron del agrado del respetable. Como se va escribiendo prácticamente al mismo tiempo que se graba, los escritores pueden ir “rectificando” (incluso cambiando radicalmente) las historias, creando nuevos personajes, añadiendo más peripecias.

Lo que nos llega a los televidentes del resto del mundo ya es un producto que ha pasado por el “tribunal” del público brasileño. Globo, y las otras televisoras de la competencia, no tienen demasiado interés en “provocar” a la teleaudiencia. El principal objetivo es la rentabilidad, que está casi siempre asociada a la convención. Los anunciantes se acercarán sobre todo a las puestas de gran pegada, no hay demasiado espacio al riesgo.

Las empresas basan sus producciones en serios estudios sociológicos, de manera que pueden diversificar las opciones. Globo, por ejemplo, ofrece tres “tipos” de telenovela: una inocentemente romántica, muchas veces agraria y con visos de humor, a las seis de la tarde, concebida para amas de casa, personal doméstico y adolescentes; otra más humorística y fantasiosa, llena de peripecias inverosímiles a las siete, para un sector mucho más popular y menos exigente; y el plato fuerte a las nueve de la noche, el programa más importante de la cadena: la telenovela de actualidad, con conflictos más llamativos, más universal y realista, con mayor despliegue de recursos y elencos más numerosos: una propuesta pensada para el gran público de dentro y fuera de Brasil.

Queda un espacio más peculiar: la teleserie de las once de la noche, donde se televisan producciones más artísticas. Alternan ahí miniseries con grandes marcas de autor y otras obras con más capítulos, casi siempre versiones literarias, con temas históricos y hasta con cierto trasfondo social. Es para autores y realizadores el más “libre” de los formatos, el que más posibilidades expresivas les ofrece, pero también deviene de alguna manera terreno de ensayo: aquí los productores prueban fórmulas novedosas que quizás puedan aplicar en los espacios más populares.

Esta segmentación de las propuestas obviamente no es respetada por la Televisión Cubana (no puede serlo, teniendo en cuenta las circunstancias actuales) a la hora de transmitir productos brasileños. Por eso algunas de las telenovelas parecen, a parte importante de la audiencia, tontas, muy inocentes, demasiado lentas. Pero cuando se transmite una producción de las nueve de la noche, casi siempre el público responde entusiastamente. Hay excepciones, claro, téngase en cuenta de que en Brasil el principal responsable de las teleseries no es el director, sino el escritor: hay escritores “estelares” que ofrecen una visión llena de prejuicios (y hasta reaccionaria) del mundo.

De todas formas, comparadas con otras telenovelas de la región, las de Brasil tienen un talante más progresista. En los años de la dictadura, Globo acogió a intelectuales de izquierda —escritores, realizadores, directores de arte— que intentaron trascender ciertos clichés. Un ejemplo es el tratamiento de la mujer: la heroína brasileña, más que una simple cara bonita casi siempre es una luchadora, consciente de sus derechos y potencialidades; a diferencia de las mexicanas, cuya principal ocupación es sufrir.

Como casi todos, los brasileños comenzaron haciendo telenovelas a partir de los libretos de folletines radiales cubanos. Pero pronto fueron trascendiendo esos esquemas. En los 70 y los 80 ya había florecido un estilo francamente propio, muy marcado por el reconocimiento de la gran tradición cultural del país. Actualmente las producciones son mucho más universales. Globo es un peso pesado en la exportación de productos, por lo que sus obras tienen como principales competidores los seriales norteamericanos y europeos: ha sido necesario “democratizar” las telenovelas, de manera que sean del agrado de públicos internacionales.

Y eso se hizo volviendo a las esencias (que no los detalles) del melodrama de siempre. La telenovela brasileña actual privilegia la peripecia y evita contextualizar demasiado.

Algo no puede perderse de vista: la gran televisión de Brasil es una industria, tiene que atender las demandas (y los vaivenes) del mercado. Sería tonto pedirle auténticas obras de arte, aunque alguna que otra vez las ofrece. Al menos garantiza producciones de probada calidad, puro entretenimiento, sin más pretensiones. 

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