Presidió Raúl Castro ceremonia de inhumación de las cenizas del General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro
El General Julio Casas ha vuelto al II Frente Oriental Frank País. Sus cenizas descansan ya junto a otros compañeros de lucha que, durante más de medio siglo, lo vieron crecerse al fragor de tantas batallas.
Allá en lo alto, en el impresionante Mausoleo custodiado por el poblado de Mayarí Arriba y las lomas de Mícara, y poco antes de las 8 y 30 de la mañana de este sábado 5 de noviembre, inició la ceremonia de inhumación de sus restos mortales. Allí esperó el General de Ejército Raúl Castro Ruz a los familiares que traían consigo la urna con las cenizas del entrañable amigo y combatiente.
Dicen que por estos rumbos el amanecer siempre llega acompañado de una espesa niebla, y este día no fue excepción. Así despedía el II Frente al gran jefe militar, planificador y organizador, al cuidadoso administrador, al militante disciplinado, al valioso educador y hombre íntegro que fuera el General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro, cuya condición de Héroe de la República de Cuba y Héroe del Trabajo de la República de Cuba, lo resume todo.
El hijo del General de Cuerpo de Ejército Julio Casas recibe la urna con las cenizas de su padre para depositarlas en el nicho.
El Mausoleo ha quedado en silencio. Retumban los pasos marciales del combatiente de la unidad de ceremonias de las FAR que traslada la urna hasta una pequeña sala, en la cual arde la llama eterna que se dedica a los héroes, y donde Raúl, junto a familiares y un reducido grupo de invitados, le rinde tributo antes de ser trasladado a su nicho. La última guardia de honor correspondió a los generales de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra, ministro del Interior, y a Leopoldo Cintra Frías, Álvaro López Miera y Joaquín Quintas Solá, viceministros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Minutos después las ofrendas florales y las almohadillas con las condecoraciones y medallas fueron ubicadas delante del armón que transportó la urna con las cenizas de Casas Regueiro desde la entrada del Mausoleo hasta el corazón del complejo monumental donde se encuentran los nichos.
En la explanada los esperan habitantes del II Frente, integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dirigentes del Partido y el Gobierno en la provincia y el municipio, que llegaron hasta aquí para, en nombre del pueblo cubano, despedir a Julio Casas, fallecido el pasado 3 de septiembre.
Por la senda central del Mausoleo avanza el pequeño grupo hasta llegar al lateral derecho en el cual será depositada la urna por su hijo Julio. El corneta toca silencio; acto seguido la banda de música interpreta el Himno Nacional, cuyas vibrantes notas se entremezclan con las 21 salvas de artillería que estremecen las montañas del II Frente para despedir con los más altos honores a quien fuera considerado un hombre austero, respetuoso, trabajador incansable, exigente, y a la vez muy justo y humano.
Algunos minutos más permanece la íntima comitiva frente al nicho, en el cual los presentes comienzan a depositar rosas blancas. Junto a los familiares continúa Raúl, que no se separó de ellos ni un momento. Otra vez el saludo militar, el silencio... algunas lágrimas.
La quietud es interrumpida entonces por la marcha en revista de las tropas, donde estuvieron representados los tres ejércitos: el Oriental, el Central y el Occidental.
La niebla todavía cubre las rojas plantas de califa que distinguen al Mausoleo y aluden a la sangre derramada por nuestros patriotas; al fondo, en la cima de la montaña, las 78 palmas, que simbolizan igual cantidad de hombres que, provenientes de la Sierra Maestra, fundaron el II Frente Oriental en 1958, se yerguen cual columna guerrillera para custodiar a nuestros héroes.
Imposible olvidar tanta historia, su excelsa cubanía, su amor infinito por la Patria, su modestia, su entrega sin tacha, su mezcla de hombre exigente y tierno... Y así nos llegó hoy también otro Julio Casas: el esposo, el padre, el abuelo, el amigo... ese del que muy poco conocimos pues muy poco quiso él que se contara.
"Solo había que mirarle a los ojos para comprender lo que estaba sintiendo —recuerda su hijo Julio—. Con él no había frases hechas, ni simulaciones, tampoco era necesario que nos dijera te quiero pues siempre supo demostrarlo. Muchas veces me pregunté de dónde sacaba tiempo entre tanto trabajo cotidiano para estar al tanto hasta de nuestros más pequeños detalles, para buscar el mejor momento en el que pudiéramos estar todos juntos".
Y así, el II Frente acogió otra vez al valioso estratega que fuera Julio Casas Regueiro, quien, no por azar, se convirtió para la Revolución Cubana en uno de esos hombres imprescindibles.
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