#CubaRadio90 Radio Cubana: El rostro hermoso de la palabra interminable
Escrito por Josefa Bracero Torres / Tomado del Portal de la Radio Cubana
Mis primeras memorias semejan un cuento infantil, que me contaba mi padre. Eso sí, de un hada real, por su dramatismo final. Me decía que los más antiguos recuerdos que guardaba en sus oídos eran aquellos ruidos infernales de los incipientes radios, conocidos como de galena. Pero gracias a esos pocos radios, en 1932, en uno que tenía la bodega más cercana, pudo escuchar, en medio de tales sonidos, las primicias acerca de la peligrosidad de un ciclón que se acercaba a las costas de su provincia, Camagüey, y el que, finalmente, el 9 de noviembre del propio año, causó la masacre más grande que un fenómeno atmosférico pudo haber ocasionado en el país; lo devoró todo, muy pocos fueron los sobrevivientes del que era entonces poblado de Santa Cruz del Sur.
Se me ocurre decir, para comenzar mis recuerdos más vívidos: Éranse una vez aquellas voces que no se sabía de dónde llegaban, pero que se sentían muy cerca, como si estuvieran allí rodeándonos, esclavizándonos. La familia solo suspiraba. Había que hacer silencio, solo ellos hablaban. Para los más pequeños, eran como voces angelicales que nos decían al oído tantas cosas desconocidas. Pero, ¿qué sería aquello de «ábranse las páginas sonoras de La novela del aire, para llevar a ustedes la emoción y el romance de un nuevo capítulo». O que un señor llamado Rafael del Junco se pasara más de un mes sin querer hablar. En mi casa todo el mundo se mantenía alerta como el que está al lado de un ser querido muy enfermo. ¡Qué maravilla era aquella que hacía olvidar a la gente sus propios problemas!
Asimismo, surgía la curiosidad infantil: ¿cómo llegaban esas voces a la caja cuadrada, que en mi casa llamaban radio, y los que, gracias a la tecnología, ya superaban la etapa de los de galena? ¿Qué magia era aquella? ¿Cómo eran esas personas: bonitas, feas? Lo cierto es que comenzábamos a conocerlas por la voz, nos enamorábamos de aquellas voces bien timbradas, muchas preciosas, y se fue produciendo el hechizo. Para mí, hasta 1952, cuando llegó la televisión a Camagüey, eran los queridos rostros de la fantasía. Tengo que confesar que en la mayoría de los casos se reafirmó la admiración, pero en algunos se rompió el hechizo. El príncipe azul había desaparecido. Pero quedaba su voz.
Eso no hizo disminuir el amor que sentí por todos cuando tuve el honor de llegar a su tiempo y compartir su espacio y, más allá de una voz o de un rostro, conocer verdaderamente las virtudes de tantas personas que amaron profundamente y se aplicaron con talento al desarrollo de la Radio en Cuba, por fortuna para nosotros uno de los prístinos países en Iberoamérica, que dispuso del más grande acontecimiento de la comunicación y de la cultura, al comenzar el siglo XX.
Ahora un poco de historia. Gracias a tanta inteligencia y capacidad técnica mundial, desde 1833, con los inventos de Michael Faraday, Samuel Morse, Antonio Meucci, Tomás Alva Edison, Emil Berliner, Heinrich Hertz, entre otros, Guillermo Marconi logró transmitir energía en forma de clave Morse, en 1895, dotando al mundo de la telegrafía sin hilos. Después de varias pruebas, en 1901, proyectó una señal y cubrió 3,300 kilómetros en Canadá. Ya el mundo podía comunicarse en códigos cifrados, con la posibilidad de ser captados en un receptor adecuado.
Por sus investigaciones, la emisión de la voz humana fue aportada por los descubrimientos del canadiense Reginald Fessenden. Pero no bastaba, por fin dos nombres se sumaron al gran descubrimiento que unió a los dos siglos: el inglés John Fleming y el norteamericano Alexander Lee de Forest con el aporte de la lámpara de diodo, el primero, y las válvulas de electrodos, conocidas por triodo o audión, fruto del ingenio del segundo.
Aquel develamiento se produjo en 1907. Ya con los tubos al vacío, capaces de enviar y recibir, o lo que es igual, la emisión de ondas hertzianas, que permitían la decodificación de la palabra y el sonido, llegó al mundo esa amiga para toda la vida: LA RADIO.
Después vendría el descubrimiento del transistor —por los científicos norteamericanos, Bardeen, Stchockley y Brattain— con el que se elevó la calidad de la Radio y la convirtió en compañía inseparable. Y así ha continuado y proseguirá su paso, en correspondencia con los adelantos científicos.
La primera emisora radial reconocida con un servicio regular fue la KDKA de Pittsburg, en Pensilvania, Estados Unidos, que salió al aire desde un garaje de la firma Westinghouse. En 1920 los radioaficionados norteamericanos, podían captar en sus receptores de galena las transmisiones regulares que realizaba Frank Conrad, desde esta emisora, que en un principio difundía su señal los miércoles y los sábados por la noche, en un entorno reducido.
Por eso al mirar en retrospectiva el camino recorrido por la Radio en Cuba, desde el 22 de agosto de 1922 hasta el presente, mi admiración es cada vez mayor al recordar a los primeros quijotes, que en nuestro país trabajaron afanosamente desde antes de la década del veinte por dotar al país del maravilloso invento. Fueron muchos los radioaficionados, entre ellos Manolín Álvarez, el querido asturiano que afianzó sus raíces en el archipiélago antillano, y logró, allá en Caibarién, salir al aire y mantenerse unos días a prueba. Entre otros, debemos mencionar a Oscar Astudillo, Humberto Giquel, Sáenz de Calahorra, Frank Jones... y, por supuesto, al músico mambí Luis Casas Romero y su hijo Luis Casas Rodríguez, que fueron los que pusieron en antena la primera señal de radio, de forma continuada, la 2LC, en la calle Ánimas 457, entre Manrique y San Nicolás, en La Habana.
Sí, era una emisora en extremo artesanal, con un transmisor de baja potencia que después fue ampliado, fabricado por su hijo Luis, de solo dieciséis años, pero a la que no por eso se le puede privar de tal honor. Esta se mantuvo diariamente en el aire a partir de las nueve de la noche, con el sonido inconfundible, que es parte de nuestra identidad, el cañonazo del Morro.
Desde esta emisora, se transmitió el primer parte meteorológico, el primer noticiero, números musicales y programas infantiles en La Habana y también surgió allí la primera mujer locutora de Iberoamérica, Zoila Casas Rodríguez. Estuvo en el aire hasta 1928 y ya, en 1933, Luis Casas Romero inauguraba la COC, primera emisora de Onda Corta en Cuba. Emisora que el pueblo comenzó a llamar la COCO.
Más tarde, en la fecha patria del 10 de octubre de 1922, se fundó la PWX de la Cuban Telefhone Company y, a pesar del discurso en inglés pronunciado por el entonces presidente del país, Alfredo Zayas Alfonso, dirigido al pueblo de los Estados Unidos, no puede negarse que fue una emisora con todos los adelantos técnicos de la época. En el acto inaugural de la misma, hecho reconocido como la fundación de la radio oficial de Cuba, se brindó un espectáculo cultural, amenizado por la Orquesta del Estado Mayor del Ejército, dirigida por el teniente Luís Casas Romero, subdirector de esta agrupación y, entre otros, se dejó escuchar la voz inigualable de la entonces jovencita Rita Montaner, cantando, de José Mauri, Rosas y violetas y, de Eduardo Sánchez de Fuentes, Presentimiento.
Por todo ello, no he podido sustraerme al asombro, la admiración, y otros sentimientos que confluyen en la añoranza, por aquellos días cuando comencé a familiarizarme con el micrófono RCA 44.
Es que durante más de 50 años mi vida transcurrió acompañada por la música y las palabras provenientes de ese mágico cofre, el cual, desde el primer día que penetró en el hogar, ocupó un lugar destacado en nuestras vidas, como intangible cordón umbilical que nos unía, nos comunicaba y nos alimentaba.
No puedo concebir un mundo sin la Radio, la que ha sobrevivido, a pesar de tantos peligros que le han acechado y que le acechan, retos que ella ha sabido afrontar en cada momento. Desde la radio galena hasta el último modelo digital; desde la a veces ruidosa línea telefónica hasta el radioenlace por frecuencia modulada y por satélite. Desde el sonido monofónico, hasta el estereofónico; desde el tocadiscos de setenta y ocho revoluciones hasta la última computadora que sale al mercado; desde el disco de madera de grabación inversa hasta el CD. Desde la radio analógica a la radio digital...
Pero el desafío mayor lo constituyó la aparición de la Televisión, cuya imagen llegó a Cuba en 1950. A ella se integraron incontables artistas y técnicos formados en la Radio y por entonces se decía: «Pobre Radio, ahora sí no tiene futuro». La propia vida demostró que los únicos pobres fueron los que así pensaron.
Incontables veces, en encuentros de programas para niños, he escuchado esta afirmación: «Me gustan más los cuentos infantiles por Radio». Cuando he preguntado por qué, me han respondido: «Porque los veo más bonitos».
Nunca podré olvidar mi gran decepción al ver a través de la Televisión los rostros de aquellos galanes que las novelas radiales, en mi adolescencia, me habían hecho imaginar tan apuestos y hermosos pues, aunque parezca una contradicción, hay que añadir a las ventajas de la Radio, la imagen que no posee, «para tener todas las mañanas, al escuchar las noticias, el derecho de interpretar por nosotros mismos los acontecimientos del mundo». (1) Jamás he visto a la Televisión como una amenaza para la Radio. Rafael Roncagliolo, experto en comunicación afirmó, y yo lo subrayo: «Puede decirse que los ciudadanos se enteran de las noticias por la radio, las confirman por la televisión y las reflexionan al día siguiente, con el diario». (2)
Tenemos a Internet invadiéndolo todo. Nuevos adelantos científicos llegarán pero la Radio continuará especializándose sin dejarse reemplazar, para compartir el ciberespacio, como lo hace hoy, cuando inserta su imagen auditiva y su palabra escrita en la red de redes y convierte a una pequeña emisora en una gran cadena internacional que no precisa de potentes transmisores.
La Radio se ha ganado la prerrogativa de ocupar un lugar de honor en el hogar, como también, un día, se vistió de transistor y salió a pasear orgullosa para llegar al taller, a la fábrica, a la oficina, al surco, al barco, al auto, al parque... A través de las formas más simples o en sus conspicuas variedades, porta un mensaje gratificador para hacer a nuestras gentes más cultas, más educadas, más optimistas y mejor informadas. Se convirtió en el derecho de las personas a ser acompañadas y también a que se respete su intimidad y sus preferencias. Nadie podrá sustituirla, porque puede llegar hasta el lugar más intrincado, atravesando montes y selvas, muros y montañas, con la mayor inmediatez, y porque está al alcance de los más poderosos, pero también de la gran masa de los desposeídos de este mundo.
Palabras, música, efectos, silencios... los cuatro componentes básicos, en arte combinativo, se han desarrollado en Cuba durante noventa años. Primero, al servicio de la llamada Radio comercial que nos dejó una herencia típica de pobre alcance, de anarquía en la distribución de señales e instalaciones, de cobertura ceñida rigurosamente a los enclaves urbanos con poder adquisitivo. A pesar de contar con más de cien centros emisores, llegaba solamente a un escaso cincuenta por ciento del territorio nacional. Hace ya mucho que nuestra cobertura cubre totalmente el país con radioemisoras nacionales, provinciales y municipales y cerca de un centenar de estudios locales y un servicio internacional, Radio Habana Cuba, que emite en nueve idiomas para todo el mundo, y que de hecho se ha convertido además, en la Internet de los pobres del mundo.
La infraestructura existente es instrumento auxiliar portadora de contenidos informativos, educacionales, culturales y de entretenimiento en una gama que abarca los intereses de niños, jóvenes y adultos y que se sectorializa para gratificar apetencias de mujeres y hombres; de obreros, campesinos y profesionales; de estudiantes y de personas de la tercera edad. Historia, cultura, tradiciones, costumbres, acontecer nacional e internacional, educación para todas las edades, conforman un espectro temático que, consecuente con las aspiraciones y los empeños de nuestra sociedad, brega en pos de la aspiración de convertir a nuestro pueblo en el pueblo más culto del mundo. Los signos de nuestra identidad se combinan con valores universales que enriquecen al ser humano.
La Radio Cubana contribuye de múltiples maneras al desarrollo del país y dentro de ello destacan sus aportes a la consolidación de sistemas de salud, de educación, de formación patriótica e internacionalista, del desarrollo del deporte, de la extensión cultural, y de la orientación social.
Un timbre de orgullo de este medio en Cuba salta de inmediato en la mente de la audiencia y es que en sus noventa años de existencia el sonido de la Radio ha dejado huellas profundas en su público con productos comunicativos que han hecho época, a la vez que proyecta junto a normas conductuales y concepciones éticas y estéticas, el sentimiento patrio y la solidaridad humana a cuantos lo requieren en cualquier punto de la geografía universal. En el quehacer de la Radio también emerge, en los afanes cívicos y formadores, el argumento martiano de que «Patria es Humanidad».
No han sido pocos los obstáculos a salvar para producir cambios infraestructurales a partir de una tecnología obsoleta, sin posibilidades de reposición, porque a Cuba, se le cerraron esas vías con la implantación de un férreo bloqueo económico por parte del gobierno de Estados Unidos, que comenzó en los albores mismos de la Revolución. Más tarde, la caída del campo socialista quebró sin previo aviso el desarrollo que se había logrado, para ubicar a la Radio Cubana entre las mejores dotadas de América Latina.
La inteligencia, la experiencia, la capacidad y la inventiva de nuestros técnicos y creadores, a ratos apoyada por la solidaridad internacional, y sobre todo la valoración que siempre ha tenido el Estado revolucionario, permitieron la continuidad sin quiebras de este medio que proyectó su hacer en correspondencia con los avances tecnológicos de los tiempos nuevos.
Dificultades, bloqueos, agresiones, retos constantes, han templado a la sociedad cubana y de ella la Radio es reflejo y partícipe. Vivir en la tormenta y el acoso enseña a luchar, vencer y seguir adelante. Avanzar en medio de lo adverso es escuela y fragua. Por eso, al igual que nuestro pueblo, la Radio siempre tendrá un porvenir hermoso.
Con este trabajo he tratado simplemente de develar mi memoria que ha atesorado ricas vivencias por más de cincuenta años. Desde los días en que miraba y oía, con carita asombrada, aquel aparato —un radio RCA Victor—, hasta este inconmensurable camino que la Radio me ha permitido transitar y vivir intensamente, desde la radio analógica de placas de acetato hasta la radio digital con discos comprimidos. Suerte que he tenido de vivir como radioescucha mi infancia y adolescencia, y poder asistir al nacimiento de la Radio nueva y caminar con ella para disfrutar del profundo proceso de transformaciones hasta nuestros días.
Muchas anécdotas hicieron nido en el cofre de mi memoria, unas por ser testigo, otras por testimonios de sus protagonistas o por las reseñas que encontré en libros, revistas, anuarios, folletos y periódicos.
Han sido cientos de horas que, durante meses y años de embrujo maravilloso, me hicieron pensar, mientras acariciaba con mi voz el micrófono: «Pasarán los años, terminará un siglo, comenzará otro y la Radio seguirá ocupando un lugar privilegiado en nuestras vidas, para invitarnos a decir todos los días: Silencio se habla... Una generación va y una generación llega y la Radio seguirá siendo, como su historia, el rostro hermoso de la palabra interminable».
Notas
(1) B. Elnadi y A. Rifaat. «La radio, un medio con porvenir». En: El Correo de la UNESCO, febrero, de 1997, p. 11.
(2) Rafael Roncagliolo. «El lenguaje de la radio». Ponencia presentada en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas, México, 1997.
http://www.radiocubana.cu/index.php/articulos-especializados-sobre-la-radio/67-periodismo/3782-radio-cubana-el-rostro-hermoso-de-la-palabra-interminable
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