¡Qué gente caballero, pero qué gente!
¿Qué puede decirse para no restarle brillo a una artista total? En retrospectiva la vi llegar a principios de los años 70 a la emisora Radio Cadena Agramonte, para ayudar a formarnos como artistas del incipiente grupo dramático de la provincia.
Ella tal vez no se daba cuenta de que su alumnado veinteañero se sentía cohibido ante aquel paradigma de la actuación. Sin embargo, el hielo quedó roto cuando ella, a título de presentación, dijo con la picardía acostumbrada:
«Mi padre me puso Marta Sobella Catalina del Carmen. Era periodista y quería que le siguiera como Sobella Jiménez. Pero siempre he sido Marta Jiménez Oropesa, aunque en la realidad ni esa soy, me he convertido en Rita Palanganillo. ¡Qué gente caballero, pero que gente!».
Marta fue llamada por Alberto Luberta, pocos meses después de inaugurarse en 1965 Alegrías de sobremesa, un clásico del humorismo radial, para unirla a Idalberto Delgado y formar la pareja inolvidable de Rita y Paco. Así lo recordaba:
«Luberta me dijo: “No te preocupes, lo que yo quiero es una cubana natural”, y salió. Idalberto y yo nos llevábamos tan bien, que parecíamos un matrimonio de verdad. Juntos vivimos momentos hermosos como cuando en 1983 fuimos a llevar la alegría a los jóvenes cubanos en Angola. Más de 40 días. Recorrimos muchas provincias, de Cabinda a Cunene».
Marta era una niña cuando hizo sus primeros personajes. «Me gustaba actuar y leía muy bien. Trabajé en CMX, Radio Lavín. Era un programa de una escritora canaria, Mercedes Pinto. Época de Machado y la situación económica era terrible. Cuando trabajaba, ella me daba un pesito y con eso se compraba harina en mi casa».
Desde sus inicios fue una de las más sobresalientes actrices de la radio nacional. Todavía se habla de cuando le entregaron el papel de Juana, como compañera de Enrique Santisteban, en las Aventuras de Tarzán, a principios de los 40. Tres años después la Agrupación de la Crónica Radial e Impresa la seleccionaba como la Dama joven. Pero Marta ya había transitado un largo trecho ante el micrófono.
Después de Tarzán actuó en incontables novelas, al estilo de Hiel de vaca y Palmolive, que la tuvieron con su arte depurado. También otros programas que estuvieron entre los primeros del rating, como El suceso de hoy, donde Joseíto Fernández y la Calandria cantaban Guantanamera. Un espacio muy difícil, en vivo, con personajes de distintas psicologías, porque se trataba de dramatizar la crónica roja de cada día.
En CMQ la sorprende la Televisión, el 18 de diciembre de 1950, y por supuesto su calidad como actriz y también como locutora y animadora se hizo visible a través de la pantalla en múltiples programas: Diversiones Pilón, con Cepero Brito; Conflictos humanos, El humo del recuerdo, Estudio 15; otro clásico del humorismo, Cascabeles Candado; teatros, comedias, novelas… Por todo ello la eligieron, en 1954, la actriz genérica más sobresaliente de ese medio.
A su calidad como actriz y locutora se unió otra especialidad que la convirtió en referencia obligada: la dirección de artistas. Y cuando se habla de la superación, todos la mencionan. No, no fue aislado aquel gesto de ir a una provincia, sin pedir nada a cambio, solo a compartir su magisterio.
Artista de Mérito de la Radio y la Televisión, Premio Nacional de Radio y de Humorismo… Pero ¿y la mayor felicidad? «Soy feliz porque la gente me llama Rita», afirmó esta gran artista que acaba de fallecer a la edad de 95 años. «Al escuchar la radio y ver la televisión, me satisface observar compañeros que fueron mis alumnos y que hoy son triunfadores. Traté siempre de enseñarles, no solo la parte artística y técnica, sino su comportamiento como figuras públicas. Porque nosotros no nos podemos creer que somos mejores que nadie, tenemos que asumir la mejor actitud ante la vida, y eso para mí es lo más importante».
Por toda su vida, por sus valores compartidos, cuando esta amiga se va solo podemos decirle: ¡Qué gente caballero, pero qué gente!».
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