A 50 años de las Palabras a los Intelectuales: Una vida mejor en el orden cultural
Apenas dos meses después de la victoria sobre la invasión de Playa Girón, y cuando desde Washington y Miami se urdían nuevos y temibles planes para derrocar a la Revolución cubana, Fidel fue el 30 de junio de 1961 al encuentro de un grupo de escritores y artistas en la Biblioteca Nacional José Martí, tercera y última de una serie de reuniones donde se debatieron cuestiones candentes relacionadas con el ámbito cultural en el país.
La exposición de Fidel, conocida como Palabras a los Intelectuales, puede considerarse, por sus conceptos meridianos y su alcance perspectivo, como piedra sillar de la política cultural de la Revolución. Desde entonces, y por razones evidentes, ha constituido un documento revelador de cómo la vanguardia política —que había conquistado el poder con las armas dos años atrás y enfrentaba en el plano militar e ideológico agudos conflictos, a la vez que se proponía transformar radicalmente la trama económica y social de la nación—, debía encarar las relaciones con los escritores y artistas, a partir de garantizar, respetar y promover la libertad creadora.
En torno a esa declaración de principios abierta, inclusiva y antidogmática, que conjuró el temor a que desde la institucionalidad revolucionaria se dictaran normas, se impusieran criterios estéticos, se establecieran capillas y se anatemizaran nombres y obras, se pueden encontrar abundantes referencias e interpretaciones.
Nada, sin embargo, dejaría de ser complejo ni contradictorio. Toda formulación política transita, en su aplicación práctica, por derroteros humanos. También pesan coyunturas históricas determinadas. Es posible, incluso, hacer un recuento de lamentables pero momentáneos y puntuales retrocesos en la aplicación de la política. Pero nadie, con honestidad y apego a la verdad, podrá desmentir ni la justeza ni la vigencia de esa política.
Uno de los protagonistas de aquellas jornadas, Roberto Fernández Retamar, desde la lucidez de su pensamiento intelectual y el prestigio de su obra, ha abordado el tema con los siguientes argumentos:
"Allí dijo Fidel palabras que se hicieron muy famosas, como aquellas de que ‘dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada’. No, como se ha dicho equivocada o malignamente, ‘fuera de la Revolución’, sino ‘contra la Revolución’. ‘Dentro de la Revolución, todo’, ¿qué quiere decir? Quiere decir que hay un amplísimo campo de trabajo para los escritores y artistas, y quiere decir también que la crítica hecha dentro de la Revolución es válida. Cuando un revolucionario critica aspectos de la Revolución que considera negativos no está contra la Revolución. (... ) Una vez hecha poder la Revolución, el intelectual revolucionario, a más de participar en las mil tareas de creación, está no ya en el derecho, sino en el deber de señalar los aspectos que considere negativos en la Revolución, para fortalecerla, no para debilitarla".
Cincuenta años después, resulta útil repasar otros momentos de las palabras de Fidel. A veces no se tiene suficientemente en cuenta cómo, luego de dilucidar la relación entre el poder revolucionario y el movimiento artístico e intelectual, el Comandante en Jefe abordó la necesidad de emprender también una profunda y radical revolución en el campo de la cultura, la cual ya estaba operándose en esos momentos. Basta evocar el ejemplo mayor, cuyo cincuentenario ahora también conmemoramos: la Campaña de Alfabetización.
Otra testigo de excepción de los encuentros de junio de 1961, la doctora Graziella Pogolotti, en una entrevista concedida a quien esto escribe, sintetizó con las siguientes palabras lo que representó en términos actuales aquella instancia de gestación:
"Ha habido un proceso de decantación y recuperación de valores culturales. En primer lugar se han rescatado en todos los ámbitos valores patrimoniales, reivindicados mediante la publicación de autores, el trabajo de los museos, la promoción de la música. Ha habido una política de fomentar hábitos culturales en la población, a partir de las editoriales, de la fundación del ICAIC (... ) No olvidemos la creación de revistas con un peso considerable, como la de la Casa de las Américas, en los años sesenta, institución que marcó pautas en nuestra relación con el continente. En fin, se amplió el público lector, consumidor de buen cine y de distintas manifestaciones artísticas. No fue ni es un desarrollo parejo, pues intervienen muchos factores. Tampoco podemos obviar la red de instituciones de enseñanza artística, algo impensable en la etapa prerrevolucionaria".
Son estos hechos incontestables e irreductibles, como también la formación de instructores de arte, la promoción nacional e internacional de nuestras producciones artísticas y literarias, el apoyo institucional a la creación; en una palabra, la democratización de la vida cultural del país.
Conscientes de que se trata de una obra inconclusa e imperfecta, y de que por momentos los deseos sobrepasen las realidades, nos servirán siempre de aliento las palabras de Fidel cuando expresó:
"... uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un real patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en todos los órdenes espirituales; queremos para el pueblo una vida mejor en el orden cultural. Y lo mismo que la Revolución se preocupa por el desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales".
FUENTE: PEDRO DE LA HOZ / TOMADO DE GRANMA
pedro.hg@granma.cip.cu
ILUSTRACIÓN: Yo, ustedes, nosotros. Obra de Raúl Martínez.
0 comentarios